lunes, 16 de enero de 2017

Cuando el exilio es una puerta a la prosa descarnada - Reseña a Prosario



Ya no es un secreto el difícil transitar del exiliado. Es una herida más en el yelmo de los venezolanos. Contusión arrastrada por quien partió y por las lágrimas de añoranza desde esta tierra de ausencia. Este peregrinaje ha generado historias, la literatura siempre se plaga de lo que nos duele y el tema ha tenido ya algunas páginas. Unas buenas otras no tanto, son más catarsis que arte. Prosario para leer desde el exilio de Gabriel García Urrutia es un libro breve pero intenso. Con una prosa poética hermosa, hilvanada en finos hilos que llevan por diferentes escenarios.

García reside en Argentina, se marchó como todos. La historia cliché: buscaba un mundo mejor para él y su familia. Trabaja en Buenos Aires, prospera e intenta crecer como profesional. Pero le duele su tierra, nativo de Maracaibo, las cálidas calles lo llaman, le susurran que regrese. A Gabriel le duele la distancia que parece ínfima cuando ve a su familia por Skype, pero se torna enorme como el océano Pacífico cuando en la noche estrellada mira al cielo pensando en su seres. Él es poeta, su anterior publicación fue un poemario. Tiene en digital algunos trabajos de poesía breve muy bien logrados, por eso Prosario es la herida compartida para quienes partieron o quienes se quedaron.


El libro abre sin remilgos, no da tregua a breves introitos: La ciudad no se detiene. El tráfico no se detiene. El día no se detiene. Mi hijo no se detiene. El frío no se detiene. (…) El pucho no me da un abrazo. (…) Mamá ya no se viste de payasa. No hay edificio de fiesta. No hay tequeños ni bolitas de carne. Tengo un 31 de mayo en el sur clavado en el pecho. 

La nostalgia es ubicuidad en Prosario

Un escrito, que le calza a todos los que pisan la obra de Cruz Diez para abordar el vuelo sin retorno es Pasaporte: La nostalgia es barata si se compra en el exterior. Cuando en la maleta no te cupo la vida, la nostalgia te cuesta unos centavos de días. ¿Y a donde se va el recuerdo? Para ellos, los inmigrantes, los recuerdos se van borrando por cada noche nueva, de repente ya no saben qué recuerdan. Añoran el café, pero no recuerdan que añoran el café por quién lo servía. Añoran la comida, pero no por el simple hecho de ser comida, no, añoran sí las manos que la preparaban. Todos tenemos pasaportes llorones que destilan tinta y próceres. Todos alguna vez dormimos con el pájaro nacional picoteándote los ojos y las pestañas. 

Y así va, página a página deshojándose el árbol, cubriendo el recuerdo, imaginando el tamaño de los niños en crecimiento, envidiando al familiar que mientras te habla vía web se toma un café, una cerveza o un vino barato. Viendo la silla desvencijada donde tantas veces se sentó y otras tantas se quejó y deseando sentarse ahí, abrazar a los que extraña, tocar la cara, acariciarla. Se ha soñado tanto que ya cuesta imaginar una nueva forma de hacerlo. 

Gabriel nos habla de las calles de Maracaibo, del caldo de pollo que comía, de Buenos Aires y el frío que se le mete en los huesos a este marabino que solo ha conocido el sol quemándole las costillas; el café, otro placer que extraña. En Buenos Aires hay café, pero ninguno como el de su cafeterita destartalada: Uno no sabe cuánto extraña un aroma hasta que lo vuelve a vivir, ese desprendimiento místico de olores a grano tostado recién molido que se esparce por todo el lugar mientras el agua hirviendo lo diluye, le da vida sobre la vida. ¿Quién puede hablar de magia si nunca vio caer la espuma que deja el café goteando en las máquinas? ¿Quién puede hablar de amor si nunca intentó ver el futuro en la borra que deja el café en las tazas? Descubrí con el tiempo que así como la borra tapa los huecos y las heridas, el café bien fuerte sin azúcar quita el guayabo y la nostalgia o al menos la hace gustosa, tragable, desechable, comprendí con el tiempo que dos dedos de café son más poderosos que el desempleo y el desamor, son más poderosos que la esperanza y la fe. 

Prosario, como si no bastara la carga de cada prosa, tiene un epígrafe del propio autor en la mayoría de los textos: Te me quedaste patria en la gaveta /La de la casa de la infancia/ Donde quedó mi perro/ Quedó mi vieja con el viejo/ Mi hermano y su mujer/ La pelota sobre el jarrón que rompí en la tarde/ La sábana de mi penúltima pubertad /Debajo del polvo que está debajo del mantel/ En la gaveta donde se guarda la patria/ Y el revólver. 

Adicional, el libro trae unas ilustraciones de Flora Francola en algunos escritos que realzan su hermosura. Como bien lo dije al principio Prosario para leer desde el exilio es un libro breve pero lleno de emociones. Es un libro al que regresas a pesar de lo efímero en su lectura. Cuando se extraña algún ser querido o comparta el dolor ajeno, se puede volver a aquella prosa que nos impactó, a aquel epígrafe poético que nos hizo recordar a la mamá o alguna ilustración, como la de la maleta que se parece a la de determinada persona que se fue, o la ilustración de la taza de café que nos trae el aroma y el sabor fuerte de la taza que se bebía cada mañana. 

Prosario es un libro para que lo lean quienes se fueron y los que se quedaron encadenados esperando que la cizalla funcione para huir o resignados a pernoctar hasta que el país los consuma y los mande al olvido.

miércoles, 4 de enero de 2017

Reseña a Jerusalén de Gonçalo Tavares, un viaje a nuestras sombras del alma


Quise adentrarme en buenas lecturas este año y comencé con este libro procrastinado hace largo tiempo: Jerusalén de Gonçalo Tavares. Su lectura parece sencilla pero hay resquicios profundos de necesaria apreciación para poder comprender su totalidad.

Una madrugada, cuatro vidas se cruzan para enfrentar sus horrores personales, así comienza el libro. Un hombre se va a suicidar, cuando suena el teléfono insistentemente y va a contestar; una mujer busca una iglesia abierta porque tiene un dolor fuerte en el bajo vientre y debe entrar pronto al santuario; otro hombre va por la calle con una pistola en el cinto, todos lo creen un asesino por su mirada profunda de ojeras permanentes; un médico en la búsqueda de la fórmula matemática del mal, un respetado investigador en el campo, pero redimido esta madrugada a su bajo placer con una prostituta; y una prostituta transitando a paso rápido la calle buscando con angustia a uno de los personajes y con un cliente en espera. Cada personaje un mundo que se irán desgranando como tajos de mandarina a lo largo de la lectura para al final comprender el motivo  de los hechos de esa madrugada.

A este libro le otorgaron el premio José Saramago 2005 y Portugal Telecom 2007 y bastante merecido lo tiene. Tavares se posa sobre el humano y sus sombras, sus perturbaciones. Ese lado oculto por nuestra propia voluntad, ese sitio irreconciliable. En Jerusalén los personajes se declinan por el lado de la locura, la enfermedad, los rincones sin cámara de nuestra mente. La lectura de este libro genera cierta angustia porque es en cierto modo un intento por comprender lo más oculto de nuestras almas.

Es un libro existencial, con cierta digresión filosófica en las investigaciones del médico, un estudio del mal, sus consecuencias y su posible neutralización.

Quien me prestó el libro nunca comprendió la razón del título de este libro, pero todo se centra en la mujer que repite en varias oportunidades un salmo de la Biblia 

“Si me olvido de ti, Jerusalén, que se seque la mano derecha” frase con significado de peso en el libro. Jerusalén nos hace ver en el espejo, siempre nos reflejamos con el papel de víctima pero también con el de victimario, aunque lo hagamos inconscientemente. Vicios de nuestro instinto natural.

Respecto a la edición es un libro espectacular. Tapa blanda con una portada brillante de unas piernas de mujer algo gordas hechas de ladrillo, pero además trae una sobrecamisa mate, hecha en bristol y en la contrasolapa tiene un marcalibro desprendible. En el frente se ve una especie de silueta que parece una iglesia con dos aberturas que dan a los ladrillos –que son las piernas de la mujer- y en la contraportada tiene una abertura donde se ve el código de barras de la tapa blanda. En la tripa la letra tiene buen tamaño, un diagramado pulcro y un papel de calidad, algo poco común en este país desolado. Un lujo este libro, es una lástima que sea prestado.

Recomiendo a Jerusalén y al autor. Por mi parte buscaré todo su trabajo y lo leeré gradualmente, si me llega, pues lo reseñaré en este espacio.


Namasté.



domingo, 14 de septiembre de 2014

Los knockout de Santa Ángela del cerro




El primer libro que leí de Eloi Yagüe Jarque fue Cuando amas debes partir, una novela prácticamente imposible de conseguir en las librerías y con un título muy romanticón para la temática que contiene. Esta novela es la segunda parte de la historia de Fernando Castelmar, un periodista alcohólico y con bastantes problemas existenciales, pero con un olfato infalible para los sucesos. A partir de allí comencé a seguirle la pista a los trabajos de Eloi, y por fin llegó a mis manos Las alfombras gastadas del gran hotel Venezuela, primera parte de la trilogía Castelmar, libro que a pesar de no tener la misma densidad narrativa de Cuando Amas debes partir, tiene la esencia del estilo de Eloi, esa parte negra que caracteriza sus trabajos y engancha desde la primera página con giros muy bien logrados que dejan el buen sabor de un libro hecho con maestría.

Gracias a la buena amistad con la editora llegó a mis manos (aún tibiecito del horno) Santa Ángela del cerro, el libro más reciente de Eloi, con una portada brutal que identifica a Ángela, esa mujer que imaginé hermosa y pura, perdida en las laberínticas escaleras de cualquier barrio capitalino. El primer cuento de este libro es un homenaje a los bravos de la salsa, con una historia conmovedora de las cárceles venezolanas.

Tengo por costumbre no leer la contraportada de los libros, así que al iniciar la lectura pensé que era en realidad una novela, pero no, resulta que este cuento tiene tal profundidad que en pocas páginas me arrastra al mundo carcelario, a los pasillos oscuros de una ciudad dentro de la ciudad, con sus propias reglas y me da un final rudo, lamentable, peor aún, teñido de la realidad de hechos que conmovieron el país hace poco tiempo.

Como si fuera poco con ese primer cuento, que me dejó un sabor amargo pero con ganas de más, porque a los seres humanos nos encantan las historias, así sean crueles, el segundo cuento también va sobre cárceles, en este caso trata del suceso de El Rodeo II hace varios meses. Eloi nos introduce en la cárcel y nos hace sentir la claustrofobia, los muros temblando con las detonaciones y la búsqueda de una salida, que de cierto modo llega, pero nos da otro golpe seco en la cabeza con el final.

En el tercer cuento, luego de estos que dejan vibrando al lector, aparece Castelmar, quien nos asusta por un momento al verlo en la situación que se encuentra y nos llena de adrenalina, nos hace correr línea a línea esperando el ansiado desenlace. Sin duda Eloi tiene una gran pericia para enganchar y mantenernos en vilo.

Eloi Yagüe nos ofrece un libro al que no le sobra ni le falta nada. Sus cuentos pertenecen al género negro, con hechos donde vemos policías, periodistas y hasta marineros que nos arrastra hasta lugares recónditos de indigencia humana. Eloi presenta un trabajo donde cada cuento ordena quedarte, te mantienen al filo de la página todo el tiempo y dan un golpe con los finales, casi siempre inesperados, como debe ser. Son todos unos cuentos brutales y aquí se superó, sin duda alguna, con sus trabajos anteriores.

Eloi tiene voz propia, uno lee cualquier historia y conoce que es la tinta de nuestro escritor (aunque haya nacido en España). Estos cuentos a nivel general nos muestra esa parte oscura del ser humano, esa podredumbre del alma que no deja espacio para más nada. La pasión repugnante por conseguir lo que se desea sin importar si ello deja algún muerto en el camino, el abuso de poder, la miseria humana hecha sociedad.

El autor denomina estas historias como Realismo Mágico Urbano, y el último cuento es un acto de realismo mágico que recuerda una parte de Cien años de soledad, que no pierde vigencia. Santa Ángela del cerro es de esos libros que se recuerdan cada vez que evocamos nuestras mejores lecturas.

Santa Ángela del cerro es algo que deben leer los amantes del género negro, este autor que en silencio va dando pasos seguros, nos sorprende con historias que no tienen costuras por ninguna parte, además del cuidado estético del libro con una edición exquisita, una portada que invita a verla indefinidamente y un trabajo impecable en su interior, es un libro que no debe faltar en ninguna biblioteca personal.

miércoles, 7 de agosto de 2013

El final perfecto con el filo del reloj

A continuación les comparto mi nuevo libro, así como la reseña de apertura, escrita por mi buena amiga Karime Rivas 

  

   La injusticia es algo terrible que fractura la moral humana, pero esto enmarcado en el tiempo lo vuelve aún peor. El tiempo crea un marco que le otorga mayor realismo y tensión y Richard Sabogal nos trae en su libro “al filo del reloj”, el mismo filo que divide la vida y la muerte.
   Ese filo que define la delgada línea que cuando es cruzada conduce a ese momento decisivo en la vida de alguien y que trágicamente ocurren de manera simultánea entretejidas en lazos que apenas y se tocan. Mientras una señora francesa esta tranquilamente  bebiendo una fabulosa taza de café en cualquier lugar de París, a varios kilómetros de distancia hay alguien debatiéndose frente a un espejo entre la vida y la muerte porque no tiene ni para tomarse un café.
   La ironía, la exaltación de cada detalle que a los ojos de unos es algo cualquiera pero ante los ojos de otros es una pista que conduce a una historia, a una vida, a un cuento de horror que cuando es transmitido en las noticias matutinas las personas lo ven como un evento desafortunado pero por suerte lejano a ellos.
   Todo esto nos deja el filoso reloj de Sabogal, que marca un tiempo que vuelve un segundo en algo infinito, con infinitas posibilidades que detonan al segundo siguiente dejando una estela de acciones y reacciones que definen el presente y el futuro de cualquier persona. De pronto una gota de sudor queda suspendida en el aire, el tiempo lo es todo y es nada y ahí surge una historia tan silenciosa como el resto, pero que de manera muy hábil el autor nos deja como un regalo para valorar nuestro valioso, amado e incluso a veces odiado tiempo.
   Sin la carrera contra el tiempo y la lucha para no morir y ser olvidado, el ser humano no sería lo mismo, pues estas son las cosas que mueven los hilos de muchas personas que se llaman a sí mismos emprendedores, cuando lo único que emprenden es la causa de dejar una huella en el mundo difícil de olvidar, algunos lo hacen para bien otros para mal, ya eso es otro asunto.
   Aquí el tiempo se vuelve un alguien bastante seductor, que arranca cada experiencia de la vida, cada aliento, cada pensamiento. El minutero marca las horas que se requieren para leer en soledad un libro como lo es “al filo del reloj”, para extender cada segundo a un relato lleno de decisiones, pensamientos y acciones meramente humanas narradas con detalles que seguramente has aprendido a obviar con el apuro de la sociedad actual.
    En su cita Sabogal  recuerda que "Somos una colección o conjunto de percepciones, que se suceden unas a otras con inconcebible rapidez (…) La metáfora no debe engañarnos. Las percepciones constituyen la mente y no podemos vislumbrar en qué sitio ocurren las escenas ni de qué materiales está hecho el teatro" David Hume Citado por J.L. Borges en Tratado de la naturaleza humana.
   De esta forma inicia uno de sus relatos y le da forma a cada bocanada de humo de cada personaje, aquí los fantasmas están en espejos pero los espejos son los eternos amigos bondadosos que guardan los secretos más oscuros de la mente humana. De pronto el llanto de una niña se vuelve tan real que su lágrima casi toma forma y danza en cuestión de segundos mientras se desliza en una mejilla contraída por la desesperación.
   El olvido y el sucio de una piel que en algún momento fue inocente y que de tanto andar se volvió más inocente aún pues el olvido los vuelve así. La frustración de la posibilidad de una vida mejor, quemada con una falsa pasión de colegio, de esas que parecen ser  eternas pero que al sol se derriten rápidamente.
   El hombre y el tiempo como eternos amigos y rivales se sientan juntos a tomarse un café y a discutir sobre filosofía acompañados de diversas citas Borgianas, que dejan caer el telón del drama que en las calles se desata a diario.
   La ironía de un hombre tan desdichado en muerte y tan afortunado en vida, con varios intentos de suicidio y todos fallidos lo convierte en alguien con mucha suerte o no, dependiendo de cómo se le mire. Este relato abarca la relatividad con que se desata el juicio humano entorno al mismo evento, el juego de prejuicios para decidir si merece morir o no, si es bueno o malo.
    La ilusión que gira en torno al tiempo será el origen de diversas narraciones, y como reza un proverbio árabe “Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”, y después de sumergirte en las historias de Richard Sabogal te lo pensarás dos veces antes de tomar una medida.
   Sin embargo al mismo tiempo que el autor juega con el tiempo, recrea la sencillez con la que el venezolano acostumbra ver las cosas al mismo tiempo que le da un sentido literario magnifico que le brinda una perspectiva bastante interesante. El escritor recrea un universo en que las tristezas se tornan sarcásticas y las desgracias muchas veces un golpe de suerte.
   El elemento fuerte de las narraciones contenidas en el libro es el tratamiento que se le da a la cotidianidad facilitando la posibilidad de sentir empatía por cada uno de los personajes que integran esta obra.

   Como diría un muy buen amigo, que el tiempo no los alcance, nos vemos en el espejo.

sábado, 6 de julio de 2013

Nuestro destino está escrito

Reseña sobre la película La casa del fin de los tiempos

Vengo llegando de ver la película La casa del fin de los tiempos, si, la primera película de terror venezolana, interpretada por Ruddy Rodríguez. Iba un poco a la defensiva a verla, pero debo admitir que quedé sinceramente sorprendido.

Luego de pasar por una larga cola para comprar la entrada, algo extraño en este cine ubicado en Guatire, que regularmente es bastante solo. Después de soportar una tarima que había en este centro comercial, bastante cerrado,  lo que causaba un ruido espantoso, que se encerraba y provocaba que uno se tapara los oídos, en un evento que parecía un American Idol pero a lo Guatire Idol con cantantes – supongo locales – aficionados que interpretaban canciones la mayoría con unas voces que deberían reservar para cuando se bañan. Luego de pasar este viacrucis obtuve las dos entradas para ver la película, con la esperanza de que desde dentro de la sala no se escuchara este escándalo y con mi deposito de tolerancia para los ruidos rebosando.

Es impresionante, la cola para comprar las entradas era en su mayoría para ver Rápidos y Furiosos 6,  Mi villano favorito 2, Monster University, y otra gringa. Cines Unidos te ofrece los asientos que quieres, para llevar un mejor orden, así que desde la cola veía en los monitores que mostraban a los clientes para que escogieran su asiento, como estas estaban llenas y la gente estaba comprando entradas para las de la hora siguiente y los resignados compraban para ver la venezolana que tenía bastante puesto libre a pesar del poco tiempo que quedaba para comenzar.  Los resignados entraron a ver La casa del fin de los tiempos. Aun falta que el venezolano apoye más nuestro cine.

La casa del fin de los tiempos es bastante interesante, comienza con lo que parece el final ¿pero será ese realmente el final? Cuando vi esa parte de la película, esos primeros cinco minutos dije, esto va a ser un chicharrón, pero no, cuando comenzaron a jugar con los tiempos, la cosa se puso realmente buena. Ruddy hace un papel extraordinario, tanto de joven, pero mucho mejor interpretando la anciana, el maquillaje les quedó brutal, tuve que parpadear un par de veces para confirmar si era ella la anciana decrepita.  
Entre las cosas positivas está sin duda el guión, muy buen guión, la actuación de Ruddy, el niño llamado Leopoldo, un gran actor, y la manera de jugar con los tiempos, las épocas, la ambientación de cada una. La casa, y el modo en que a pesar de utilizar una casa no es la típica película de terror donde la casa es la principal maligna, y no digo más sobre esta parte porque mataría la película, pero es muy bueno lo que hicieron.

Durante los hechos que ocurren en la casa, cuando se descubre lo que realmente ocurrió me pareció algo novedoso, con decir que supera la sorpresa que sintieron los que vieron la película Los Otros de Nicole Kidman, la supera con creces.  

Entre las cosas negativas el inicio, esa parte podría darle inquina a un dudoso, parece un arranque indeciso en el que no se cree si está haciéndolo bien o no. Una escena final, que no afecta en nada la historia, sino que es como patética e innecesaria, sale sobrando en cierto modo. Pero bueno son detalles mínimos que no empañan la película.


Le doy un 9/10 a la película y la recomiendo ampliamente, primera película de terror que no tiene nada que envidiarle a una de “jolivó”.

domingo, 9 de junio de 2013

El dulce néctar de la Huella del bisonte


En días pasados mi buen amigo, escritor y poeta Nesfran González, conociendo mi atracción por la escritura del escritor venezolano Héctor Torres, me envió en son de préstamo su novela La huella del bisonte. La cual por cierto no me había fijado era finalista del Premio de Novela Adriano González León 2006, mención que merece, y me obliga a pensar que la ganadora debe ser una cosa bárbara para haber superado esta. En el envío que me hizo Nesfran venia también el libro de Murakami 1Q84 libro1 y 2, pero Héctor superó el gusto y decliné por  penetrar sus páginas y comenzar a leer con voracidad semejante obra.

La novela está dividida en tres partes, comenzando con Karlita, o Karla como realmente la llamó el autor, pero yo prefiero decirle Karlita, así, si es en un susurro cerca de su oído pues mucho mejor, Karlita llevará la batuta a lo largo de toda la novela, explorándose desde ella misma, hasta el poder que emanan sus ojos para los del sexo opuesto. Algo que me impresionó de La huella del bisonte es que no es la típica novela erótica, es más bien una novela de amor desinhibida que aborda tabúes arraigados en nuestra cultura, pero sin caer en marcos moralistas o sociales. Me atrajo el modo como Héctor desnudó la feminidad sin morbo, con la curiosidad de una preadolescente que sale de la pubertad y sus hormonas la controlan.  La novela a pesar de parecer predecible tiene matices inesperados, juegos, un “no creo que vaya a pasar” te mantiene allí, aferrado al filo de la hoja.

La segunda parte se titula y la comprende: Mario, padre de Gabriela, la mejor amiga de Karlita,  del ojo de Mario veremos cómo aflora – aunque de un modo más taimado – esa pasión con la que Héctor demuestra su sentimiento hacia la voraginosa Caracas, tanto en sus crónicas que es el fuerte actual del autor, como de lo que vemos en esta novela, Caracas,  ciudad bendita pero llena de recovecos que dan miedo y atracción, la pasión de Héctor por la ciudad es como una relación amorosa con ese tipo de mujeres que no dejan nada bueno pero que son imposibles de abandonar. Mario, un cuarentón escritor de guiones para televisión que será en parte nuestro reflejo masculino, seremos su cómplice y de cuando en cuando nos provocara gritarle “¡Hazlo!” pero la idea de hacerlo será romper un vaso contra la pared y el cierre de eso que nos mantiene allí, ajados pero atentos.

La tercera parte la comprende Gabriela,  en esta parte veremos desde distintos ángulos la psiquis de la novela, y creo es una de mis preferidas, aunque toda fue un disfrute. Aquí, vemos el degrado de los personajes, que comienzan llenos de luz, libidinosos pero ya aquí una estela gris va tejiéndose en las nubes, como un cielo caraqueño encapotado de nubarrones negros a punto de reventar, para llevarnos a un cierre magistral, donde cada personaje quedó donde debía quedar,  aunque no es lo que debió ser. La vida pasa factura de cada acción.

 La huella del bisonte es una novela actual, cada personaje es alguien que hemos conocido, desde las jóvenes a las maduras, la que no le aguanta un esposo, la que se siente sola y su casa es un peaje de amores que tarde o temprano se van, el hombre solitario, hasta personajessecundarios como Miguel, el cantinero. La ciudad se siente, se huele y se disfruta, desde la Baralt con tantos años de historia pero la misma violencia, o la Lecuna, llena de una tristeza en sus fachadas de pensiones baratas y borrachos. Su historia es seductora, una narrativa erótica pero donde la ficción poco se da cabida. El modo cómo se acercó a la psiquis femenina es magistral, a su vez el filosofar propio de quien conoce y persigue la escritura de Héctor se disfruta, se identifica y se comparte.

Ya conocía el estilo narrativo erótico de Héctor con una de las historias de uno de sus libros o fue de El amor en tres platos o fue en el Regalo de Pandora (el autor que me disculpe, me leí los dos a la vez y es normal la confusión) donde un personaje conoce a una joven anónima en una camionetica y de un hecho a otro terminó en su casa. Pero con La huella del bisonte demostró que es un terreno donde se siente cómodo y abordó con soltura.


Ahora me dejo caer en el dulce sopor de la ausencia en esta ciudad donde la soledad no es sensible y me escurro, una vez más por las páginas del bisonte, a ver cuántas huellas más quedan grabadas en mi piel. 

martes, 19 de febrero de 2013

Una reseña más

La revista Todo en Domingo del diario Notitarde publicó el pasado domingo 17 de febrero esta reseña de nuestor libro Cuentos para morir leyendo, escrita por José Manuel Guaran